¡El miedo se apoderó de mí!
Aunque yo no soy de mucho hablar y hay veces que me gusta estar en silencio, eso me pareció que me iba a costar.
Me entraron dudas, «¿Seré capaz?».
Cuando lo anunciaron, se escuchó un “¡uuufffff!” por toda la sala.
Eramos ciento cincuenta personas y todos empezamos a comentarlo en voz baja.
«¡Qué difícil va a ser!»
Te voy a contar lo que descubrí en mis primeras veinticuatro horas de silencio.
Fue en un curso/retiro de cinco días, de los cuales uno, fue en silencio. Sí, como lo lees, veinticuatro horas de no hablar ni pío.
Antes, solo había hecho una sesión de hora y media de Mindfulness y lo siguiente fue lanzarme a este curso.
Era mi primer contacto real con el Mindfulness y con el silencio, todo a la vez, sin dosificar. Así que te imaginarás lo nerviosa que estaba.
Este silencio no solo era no hablar y mirar el paisaje. También era, no utilizar ni el móvil ni la tele, ni leer, ni escuchar música, ni mirarse a los ojos, ni tener contacto físico, ni hablar, claro.
Ésto era lo que me preocupaba y no el hecho en si de estar en silencio.
Me angustié y pensé que lo iba a pasar mal
Pero no fue como me lo había imaginado
No paraba de hacerme la pregunta mental de «¿voy a ser capaz de no mirar el teléfono?», «¿voy a ser capaz de no llamar ni a mi madre, ni a Mikel, ni saber nada de ellos?»
Cuando estoy acostumbrada a hablar con ellos todos los días. ¿Qué iba a hacer durante veinticuatro horas sin ninguna ocupación más que estar en silencio?
Antes de apagar el móvil y de empezar a no hablar, llame a mi madre 2 veces, le expliqué que no pasaba nada, que era un ejercicio y lo apagué.
Y ésto es lo que hice en dos situaciones que se produjeron durante el silencio.
Uno de los momentos más difíciles de estas horas fue estar con mi compañera de habitación.
Teníamos que convivir y no podíamos hablar, ni hacer señas, ni mirarnos a los ojos.
Pero también fue uno de los retos que pude superar en esas 24h
Una situación que hasta hacía unas hora había sido normal, como era poder charlar, compartir, cederte el baño o pensar qué vamos a comer, ahora resultaba difícil y complicada.
Me surgían emociones que antes, hablando, no habían salido. Apareció la duda de si me habrá entendido o no. Los nervios de haberte levantado tarde y no poder decirle que se diera prisa.
Me encontré ante esas emociones desde la no impulsividad, desde la observación en la que te hace estar el silencio. Y así, pude ver con más facilidad mis hábitos de actuación, encontrando algunos que me gustaban y otros que no tanto.
La segunda situación curiosa a la que me enfrenté, fue estar en la fila del desayuno, con una chica delante que no conseguía tostar el pan y no poder hablar.
Llevaba cinco minutos y no lo conseguía. Tocaba todos los botones pero seguía igual.
Yo, quieta, detrás de ella, viendo que no podía decirle nada para ayudarla y apretar algún botón que ella no hubiera apretado para ver si así hacíamos algo.
Ahí fue cuando me dí cuenta de que tenía más paciencia de la que yo creía, porque siempre saltaba cuando algo me ponía nerviosa o me sentaba mal.
Esperé, pacientemente, durante esos 5 minutos y cuando la chica dejó de intentarlo.
Probé algo, que ella no había hecho, claro, sin decirle nada y sin mirarnos para poder decirnos gracias con la mirada.
Si en este momento no me había alterado,
¿Qué me ocurre en otras situaciones de mi día a día?
¿Qué me altera?
Descubrí que puedo ser más paciente con las personas que me rodeaban.
Descubrí que estar en silencio, observando en profundidad mis hábitos, mis comportamientos y mis pensamientos me estaba ayudando a darme cuenta de conductas que hasta ahora, me parecían buenas o que, sabiendo que me perjudicaban, las hacía igualmente.
Descubrí que ser consciente de mis actos me daba más libertad para actuar y no sufrir tanto con la impulsividad.
Empecé un camino en el que estoy encantada
Estas veinticuatro horas me sirvieron para darme cuenta de comportamientos que tenía con mis familiares queridos, esa impulsividad, esa responder de malas formas cuando estaba cabreada y que luego me sentía fatal por haberles hablado así.
Me sirvió para darme cuenta de que era el momento de hacer algo para gestionar de otra manera mis emociones y mis respuestas ante esas situaciones.
Durante estas horas de silencio tuve mucha tranquilidad mental, y pude ver que esos enfados sin gestionar, no me servían para nada, simplemente para sufrir yo y hacer sufrir a los demás.
Hay estudios de distintas universidades que demuestran que estar en silencio mejora tu capacidad neuronal, disminuye tu estrés y mejora tu aprendizaje, la gestión de tus emociones y tu memoria.
Por esto y por todo lo que te he contado, vamos a hacer un fin de semana de Silencio Activo, para que puedas disfrutar del silencio como lo hice yo.
Observando tus comportamientos con la tranquilidad que te aporta el silencio y con momentos para que trabajes tus fortalezas desde el Coaching, para que les saques más partido y aumentes tu felicidad.
Esto es lo que podrás conseguir con la Experiencia de fin de semana Silencio Activo:
- Aumentar tu paciencia
- Tomar decisiones con más seguridad
- Aumentar tu conocimiento sobre ti.
- Encontrar tu paz interior
- Unos días de desconexión mental y tecnológica
- Consolidar tu hábito mental
- Observar tu cuerpo y tu mente con más nitidez
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